como cojones de grillo
sumó a su falta de brillo
un exceso de estrambotes.
Siempre firme ese pegote
que al hablar nunca movía,
y que sólo se reía
si la ocasión demandaba
seriedad en lo que hablaba
y mesura en sus porfías.
Y pues iba de estrambotes
el señorito sobrado,
vaya este dedicado
a su viva inteligencia;
a su cultura, a su ciencia
y a su ingenio de bigotes.
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